La mujer comestible
el verano ha dado paso a la lectura, a veces ñoña, a la que dedico más tiempo cuando estoy fuera del estudio, suelen ser horas muy vespertinas, cuando son las siete y quedan quince minutos para despertar a los niños, entonces cojo el libro y me siento en el sofá con el reloj delante para no hacer tarde, momentos de tranquilidad que a veces se alargan después de su partida, y vuelvo a hacer café.
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